El silencio incómodo de las redes

Por Sofía Luján Ferrero — Punto Ciego, Revista NACOMA

Las redes sociales parecen un murmullo constante, pero debajo del ruido hay un silencio que nadie quiere admitir. Un silencio que duele, que expone, que revela lo que somos cuando nadie responde.

1. El eco que no vuelve

Las redes prometen interacción, pero rara vez prometen respuesta.
Publicamos, comentamos, reaccionamos, pero no obtenemos eco: el mensaje cae en un pozo profundo donde todo se mezcla y nada vuelve.
Ese vacío no es tecnológico: es emocional.
La sensación de hablarle a un público que existe pero no escucha es el nuevo punto ciego de la vida digital.
El silencio en redes no es ausencia: es una forma de exposición extrema.


2. La ansiedad del visto

Nunca en la historia humana existió algo parecido al “visto”.
Una marca mínima —dos ticks, un mensaje leído, una visualización sin reacción— que convierte lo íntimo en un territorio de duda.
El silencio del visto activa lo que ya estaba adentro: inseguridad, necesidad de aprobación, miedo al rechazo.
Las redes no inventaron esa fragilidad; la amplificaron.
El verdadero ruido no está en la pantalla: está en lo que sentimos cuando nadie responde.


3. El ruido que tapa lo que nos pasa

Las redes parecen llenas de voz, pero su ruido opera como una cortina.
Una cortina que evita que escuchemos nuestro propio malestar.
Nos acostumbramos a un clima emocional fragmentado:
notificaciones que tapan la tristeza, memes que tapan el cansancio, likes que tapan la soledad.
En este paisaje, el silencio se vuelve insoportable porque es el único momento donde aparece la pregunta más difícil:
¿qué siento cuando no me distraigo?


4. La vulnerabilidad del que se expone

Publicar es mostrarse.
Pero el algoritmo no entiende de vulnerabilidad: mide alcance, ritmo, permanencia.
Por eso el silencio duele tanto: porque parece personal.
Y no lo es.
El silencio en redes no habla de vos: habla del sistema.
Oculta lo emocional detrás de un mecanismo que nunca estuvo diseñado para sostener a nadie.


5. El espacio que queda cuando dejamos de hablar

El silencio incómodo puede ser también una oportunidad.
Una pausa para revisar qué buscamos cada vez que publicamos.
Una forma de recuperar la voz interior que el ruido digital había tapado.
El silencio, cuando se lo mira de frente, es un espejo:
ahí estamos, sin filtros, sin reacción inmediata, sin espejo de aprobación.
Eso, aunque duela, es real.


Cierre NACOMA

En Salto hay mañanas donde el pueblo todavía no despertó del todo y el aire es una hoja en blanco.
En Tumé, el mineral NACOMA guarda en sus grietas un silencio antiguo, casi cálido.
Las redes no saben ofrecer ese silencio: solo nosotros podemos hacerlo.
A veces el punto ciego no está en lo que subimos, sino en lo que dejamos de escuchar de nosotros mismos.

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