La mente que gira cuando vos ya no querés pensar

por Mar Martínez

“El pensamiento repetitivo, harto de negatividades, es una alarma sin incendio.”

1. El fenómeno

Hay días en los que la mente sigue funcionando como un motor viejo aun después de sacar la llave. Vos ya no querés pensar, ya no querés revisar nada, y aun así aparece ese zumbido que insiste: revive escenas, proyecta catástrofes, inventa futuros imposibles o irrelevantes. Ese pensamiento repetitivo —ese giro interno que no resuelve nada y desgasta todo— se activa sin permiso, te asfixia, termina convirtiéndose en una parte de vos.

No hay un conflicto real, no hay una urgencia concreta. En apariencia, todo está tranquilo, manso, sin una razón objetiva para que el pensamiento siga ahí. Pero sigue. Como si tu cabeza tuviera memoria muscular. Como si pensar fuera un reflejo automático, incluso cuando duele.

Lo curioso es que este fenómeno progresivo, poderoso, angustiante, no busca respuestas: busca control.
Y en ese intento, lo único que hace es desordenarte. Te quita luz.


2. El trasfondo psicológico

El cerebro tiende a completar patrones. Desde la teoría de la Gestalt, ese principio está más que demostrado. Necesita sentido, incluso cuando no lo hay. Cuando algo queda incompleto —una conversación, una intuición, un gesto, una palabra, una reacción que no entendiste— la mente activa el “modo análisis”. Y cuando no encuentra claridad, vuelve a girar. Insiste. Persevera.

Ese pensamiento repetitivo —negativo y circular al mismo tiempo— es una especie de ansiedad invertida: en vez de anticipar el futuro, reinterpreta el presente. Desenreda percepciones que quizá necesiten seguir enredadas. Lo mastica. Lo estira. Lo multiplica. Se queda atrapado en la duda no para resolverla, sino para evitar sentirla.

Es una defensa:
pensar para no caer.
Pensar para no sentir.
Pensar para no aceptar que algo está fuera de tu control y que esa falta de control, a veces, es libertad.

La mente espiralada intenta protegerte… aun cuando te lastima.


✧ Interferencias del Mundo

Voces que cruzan la espiral

“El miedo tiene más imaginación que nosotros.” — Cioran
“Las heridas son lugares donde algo empieza.” — Leonard Cohen
“Lo que no se nombra, no existe.” — George Steiner
“Hay que tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella danzarina.” — Nietzsche


3. La espiral

La espiral no es una línea: es una repetición con variaciones.
Vuelve al mismo punto, pero cada vez desde un ángulo diferente.
Ese es el problema: parece que avanzás, pero no.
Solo acumulás capas.

Cuando la espiral se acelera, aparecen síntomas:

  • un nudo en el estómago
  • taquicardia tenue
  • irritabilidad
  • sensación de ruido de fondo
  • el déjà vu
  • el famoso “esto ya lo viví”
  • la incapacidad de disfrutar algo simple

La mente empieza a ocupar todo el espacio disponible.
Es como si pensara que, si deja de girar, algo va a caer.
Por eso es tan difícil detenerla: se siente indispensable, aunque no lo sea.

La espiral no quiere destruirte:
solo quiere que despiertes en un mundo sin garantías.
Y en esa intemperie, quizá nazca la forma más humana de aprender a quedar suelto.


4. La salida mínima

No existe una solución heroica.
No hay un “apagado total”.

La salida es entender que este fenómeno no necesita ser derrotado, sino visto. Reconocido. Comprendido como una herramienta que, bien utilizada, puede enseñarte a habitar el vértigo de estar vivo.

El momento en que reconocés que tu mente gira en forma de espiral —que se mueve para protegerte de algo que todavía no estás listo para sentir— ahí empieza la ruptura. No es paz, pero es espacio.

Respirar con un ritmo más bajo que el de tus pensamientos.
Volver al cuerpo.

Esa meditación mínima que permite encontrar el sabor exacto del silencio.
Mirar un objeto quieto.
Tocar algo real.
Hacer un gesto pequeño, concreto, humano.

La espiral se detiene por interrupciones mínimas, no por voluntad épica.
La mente no deja de girar por decisión:
deja de girar cuando encuentra un punto de apoyo que no es un pensamiento.
Algo tangible que le permite sostenerse, tomar forma, ascender… y, después de un largo trabajo personal, desprender.


Cierre NACOMA

“A veces, la calma es apenas un segundo de aire. Pero ese segundo alcanza.”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio